Enrique Falcón

Enrique Falcón

Nació en febrero de 1968 en la ciudad de Valencia. Insumiso al ejército y a la prestación sustitutoria, objetor fiscal a los gastos militares, milita en un sindicato anarquista, trabaja con jóvenes, forma parte de una comunidad cristiana de base y es miembro de organizaciones vecinales y de colectivos de apoyo en prisión.

Ha publicado varios libros de poesía y de ensayo político y su obra ha sido recogida en numerosas antologías y volúmenes colectivos dedicados a la poesía española actual.

Tras cerrar el ciclo de escritura de La marcha de 150.000.000 y de la ‘Trilogía de las Sombras’, y después de vivir durante esos 25 años en un barrio de acción preferente de la provincia de Valencia, regresó a su barrio natal, en la periferia obrera de la ciudad de Valencia. En ese mismo año de 2015, y representando a su país en los actos conmemorativos del Día Mundial de la Poesía que organizó la Unesco, anilló públicamente en Berlín el sentido de la última estrofa de su «Canción del levantado» a los jardines que rodean el Bundestag alemán.

Vinculado a la coordinadora de la Unión de Escritores del País Valenciano – Foro Social de las Artes, fue miembro del consejo de redacción de la extinta revista «Lunas Rojas» y perteneció al colectivo de crítica literaria «Alicia Bajo Cero», responsable del polémico volumen Poesía y poder.1

El corpus teórico que anima su labor como escritor y poeta ha ido apareciendo a lo largo del tiempo en diferentes artículos (principalmente las Cuatro tesis de mayo, Las prácticas literarias del conflicto y El amor, la ira) luego recopilados en el volumen Las prácticas literarias del conflicto: registro de incidencias.

Sus poemas han sido musicados por diversos artistas como Javier Peñoñori, Exquirla o Niño de Elche.

wikipedia.org

Poemas de Enrique Falcón

España y poesía, viejita y regañada

con la complicidad de Eladio Orta

En mi país cocido de lejos buenamente con las tripas afuera
los poetas comen jeringuillas con leche
carne de avestruz
brotan de las cuevas con un poco de saliva
se derraman por el campo como niños sin dientes.

En mi país cuchillo en las trenzas de los buenos empresarios
no hay huelgas generales:
los poetas las evitan con un trapo en la boca
brotan de las cuevas con temblores de piel
y lamen los cercados de los hombres ricos.

En mi país castigo en periferia de los barrios más bellos
se prohíben cosas que no sean de madera:
con blancos mondadientes se arrancan los colmillos
los poetas honestos de todo el país
brotan de las cuevas con los párpados mudos
para luego calmarse con trescientos espejos
los poetas honestos de todo el país.

Mi
verdadero conflicto:
que me muerden mis versos,
que no tengo país.

(del libro: Codeína)

Falseando alternativas

“La justicia no es anónima,
nombre y dirección?
—Bert Brecht

(para jorge riechmann)

Ocurre que al amor le sigue
un rubor de tierra tras tu patio.

Ocurre que existe la injusticia,
su sal en el aullido
sin más temblor que la esperanza.

Ocurren las dos cosas
en el mismo tiempo que ambos preguntamos.

Y est?por decidir

sobre qu?posar la lengua
el poema que viene.

(del libro: Codeína)

Fragmento V /3 de La marcha de 150.000.000

el Canal se extiende, en su parte principal,
desde la presa del Pinjab, a
lo largo de novecientos quilómetros llegan,
hasta donde desembocan Beas y Sutlej,
áridas, las matanzas negras del olivo, tú nunca llegaste,
amor, hasta las fiestas, fueron
silbo y desolación del hombre en los pastizales lentos de su boca,
a lo largo del acoso de su boca,
—…y todas estes redes infinitas…—?
A
bro entonces las piernas a este lado del Canal,
10
mil jaguares maquillando el adobe en las tardes tremendas,
raparon este pubis arañando biologías
y espesas de licor, de vientre en barricada,
pero TÚ nunca llegarás, olvida,
fue dura la extensión del proyecto, —20 metros de ancho y líquenes de sal
[sobre sus muslos,
vestidos como gamos de acero compacto, maquinaria sueca y tractores de
[capacidad cúbica media
—perdieron la lógica en las espumas
y finalmente, bajo la luz de las estrellas,
sembraron bueyes infinitos,
un inmenso ardor de bueyes en el ojo—
quién diría patria, jornada del desierto, …pan?
sembraron y durmieron,
y un niño de los nuestros seccionó los mediodías,
abriendo agua en los trigales del espanto,
en el reportaje gráfico se observa
el lento declinar de la serpiente a la orilla de la brecha
mientras no arrecie la tormenta habrá trabajo y no
tendremos que volver al regadío,
lejos del desierto y de las temidas filtraciones del subsuelo
la tribu esparce siembras y recoge manantiales,
cemento y labranza a este lado del espanto
sucios de calor a este lado del espanto
a este lado del espanto tiernos de alfileres
a este lado del espanto sus carpas arrasadas:
van y siegan, mueren solos;
fueron
(como se informó) los antiguos envíos
de correas mutiladas a la noche,
una firma militar, y el sello del Correo
en harapo y velo gris,
la que habló con tigres desbocados
cayó rendida hace nueve horas,
nadie da con su mejilla,
a
tentamente, el médico en Zona De
(Rajasthan)
—y vuelo
planeando entre sus brazos como un frío miserable
en sus propias almas gritarán las llanuras, azules del desgarro
con un odio infinito hacia las rocas;
lue-
go,
desde el Pinjab, se cubren las tiendas con plástico sobrante del Canal
y el adobe forma hileras interminables sobre el lecho
quebrando el cielo con colores simbólicos
y agrupando espacios en sus brechas
cavan nichos para padres, hijos o hermanos,
los árboles los plantaron ellas y hay casos de partos en sus orillas,
pero los marjales
ésos los hicimos nosotros (y la locura),
antes que las lluvias se llevaran los mapas, las
osamentas ciegas del vacío,
con fiestas en sus tiendas:
sólo luego los matamos.

Hola de conquistas

a Diana Bellessi y Eliana Ortega

las mujeres enfermas que jugaron con burros
las que cavaron tumbas en las palmas de un trueno
las sólo voz dormidas en los centros solares
las hambrientas de todo
las preñadas con todo
las hijas del golpe y de los sueños mojados
las que fijan continentes que dejaron atrás
las niñas con pimienta en sus quince traiciones
las de pan-a-diez-céntimos sin cafetería
las del turno de visita con oficios de muerte
las madres eternas de los locutorios
las arrasadas, las caratapiadas, las comepromesas
las terribles solitas en las salas de baile
las clandestinadas pariendo futuros
las oficinistas que ahogaron sus príncipes
las acorraladas
las desamparadas, las sepultureras
las del polvo sobreimpuesto y el trago a deshora
las poquito conquistadas
las niñitas vestidas con mortajas azules
las que cosen el mundo por no reventarlo
las mujeres con uñas como mapas creciendo
las hembras cabello-de-lápida
(todavía más grandes que su propio despojo)
las corresquinadas, las titiriteras,
las que tierra se trajeron atada a los bolsillos
las nunca regresadas
las nunca visibles
las del nunca es tarde
las del vis-a-vis sin un plazo de espera
las reinas en los parques y en los sumideros

todas ellas las mujeres que me llegan con todos sus cansancios,
todas, en sigilo: las amantes

y mis camaradas.

(del libro: Codeína)

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